Homenaje a Don Arturo Jauretche en el 123° aniversario de su natalicio

Homenaje a Don Arturo Jauretche en el 123° aniversario de su natalicio

Un 13 de noviembre de 1901, nacía en Lincoln, provincia de Buenos Aires, Arturo Jauretche, “El Hombre que está solo y espera” no es un tipo fácil. Pregúntele usted a un paisano su juicio sobre algo o alguien y oirá que le contesta: y… más o menos, Regular. Pero regular quiere decir bueno; o muy bueno; también malo. Serán su oído y el conocimiento del hombre los que darán la interpretación. Pero esto no es para “potrillos” y menos para la computadora electrónica”. En esta columna, el escritor y periodista, Ernesto Jauretche, homenajea al autor de “El medio pelo en la sociedad argentina” (1966) entre otras 16 obras, y cofundador de FORJA, Don Arturo Jauretche, en el 123° aniversario de su natalicio.

La Plata, 12 Nov (Por Ernesto Jauretche*/InfoGEI).-En un hogar de medio pelo (pero antes de las connotaciones que Arturo le imprimió a esas palabras) nació el primer hijo de una trabajadora y prestigiosa maestra devota de Dostoievski (la conocí a los cinco o seis añitos; recuerdo a una anciana pequeña y frágil amorosamente cuidada por mi padre, cuando vivía con nosotros en la calle Jean Jaures frente a la casa de Gardel) con un rudo empleado municipal que se ufanaba de reconocer todas las marcas de ganado de la provincia, militante conservador e irresponsable adicto al juego (que lo llevó a la ruina).

Antes de 1912 Arturo ya había tenido siete hermanos y una hermana (hijos de una mujer coneja, propias de la época). Todos los rebrotes jauretches llevaban sobrenombres inspirados en claves de la infancia pueblerina: Arturo era Polo; luego venían Herberto, Beto; mi papá, Régulo Lele o El Gallego; Héctor, El Alazán; Elvecio, El gorrión o Riongo; Mario El Gordo; única mujer del clan, Angélica (la suegra de Helena Highton) era La Nena. En el medio, natural en esos tiempos, hay dos hijos muertos. Antes de que don Pedro se jugara y perdiera la casa familiar, que cambió por un revólver en una partida de póker, Arturo, ya que no había secundaría en Lincoln, fue beneficiado con una beca familiar para irse a estudiar a Chivilcoy. Mi abuela no pudo sostenerlos y el resto de sus hermanos quedaron a la intemperie. Sería producto de una novela de maravillas y espanto relatar las aventuras de esos niños sin casa que se hicieron hombres a la fuerza, y que también nutren la lírica jauretcheana.

Su obra inspirada en sus vivencias

Su conducta y sus escritos no provienen de imaginación alguna, sino de extraordinarias vivencias, dichas con furia y con arte. Toda su obra remite a la realidad de una vida, por eso es tan coloquial. Es el Jauretche escritor al que la muerte le frustró la continuación de Pantalones cortos, que ya tenía título: Verde, pintón y maduro. Si Pantalones en sus ilustraciones infantiles y observaciones críticas dibuja los contornos y la composición de sus amaestramientos y vergüenzas, deja abiertos a nuestro arbitrio corolarios y futuros: no hay extinción de su talento memorioso.

Empezó con un poema gauchesco sin más concesiones que a la rima, porque aún preso y joven combatiente irigoyenista demuestra un singular genio peleador y justiciero, que aplicará al ejercicio de su vocación política. (Su obra)

Historias poco conocidas

Se recibió de abogado a los 36 años, después de una suspensión por dos años a causa de una escaramuza por la Reforma en la que Homero Manzi disparó dos tiros al decano de Derecho afortunadamente con mala puntería.

Tenía un temperamento explosivo y no se guardaba nada. Durante una comida en la residencia de Olivos le preguntó al Presidente Frondizi, que había firmado concesiones a la norteamericana Standard Oil, si se iba a comer en ensalada las páginas de su libro “Política y Petróleo”. Al finalizar el almuerzo le advirtió a Rogelio Frigerio que no se le cruzara nunca, porque lo iba a matar: lo acusaba de haberlo traicionado por el pacto político con Perón por los votos peronistas en elecciones que se realizaron con el Partido Peronista ilegalizado y el expresidente Perón proscripto. La dictadura de Pedro Eugenio Aramburu declaró ganador a Arturo Frondizi, de la Unión Cívica Radical Intransigente, quien superó a Ricardo Balbín, de la Unión Cívica Radical del Pueblo.

Otra vez, en un estudio de televisión y frente a cámara corrió cuchillo en mano a un sindicalista de apellido Arrausi que lo insultó: “fascista” le dijo.

Perfil habitualmente manso y didáctico

Era austero. No tomaba mate salvo convites de compromiso. Sólo en los frecuentes asados tomaba vino, daba la vida por un arroz con leche. Su intimidad era sagrada. Se le conoce una sola mujer, su esposa de toda la vida a quien llamaba cariñosamente Clarita. No tuvo hijos, pero como dice el refrán, “a quien Dios no le da hijos el maligno le da sobrinos”.

Era elegante, pero tenía que hacerse ropa a medida: tenía una barriga abultada, las piernas flacas y un hombro caído a causa de una enfermedad de joven El sastre le cosía un bolsillo adelante a la derecha en el pantalón, donde guardaba generalmente su pistola Walter PPQ. En la cintura, a la espalda, cargaba un cuchillito.

Sus amigos

Tuvo grandes y muy apreciados y queridos amigos de toda laya que lo seguirían hasta su muerte, desde el Colorado Criña que era un pícaro y un hombre de pocas palabras que había sido su chofer en el BAPRO, hasta Juan Carlos Neyra, un estanciero ensayista poeta y cineasta que lo despidió en el cementerio de Olivos, amante y conocedor de pelajes y razas de caballos y sus relaciones con los humanos, asuntos que a Jauretche lo fascinaban.

Roque Raúl Aragón lo describió en el Homenaje al cumplirse los 30 años de FORJA en 1965: “Tenía un espíritu jovial. Se reía y hacía reír a carcajadas. (Una vez me dijo: desconfíe de las inteligencias sin sentido del humor; abominaba de las tristezas, los quejosos, los resentidos, los quebrados). Sus salidas eran famosas. Nosotros las usábamos en nuestro proselitismo; las teníamos clasificadas. Era divertido; narraba con graciosa amenidad casos, cuentos, anécdotas, de los que tenía un repertorio inagotable; caracterizaba vívidamente a los personajes grotescos y estas historias entraban en su argumentación a manera de apólogos…Tenía el ceño del valor genuino. No se arredraba jamás. Lo recuerdo en las trifulcas callejeras, en medio de gritos y palos y corridas de la policía, sereno, firme, mirando como distraído, con sus mansos ojos claros. Contagiaba guapeza”.

Su Legado

Incluyendo El Paso de los Libres de 1934, entre 1955 y 1974, escribió unos 17 libros e infinidad de notas periodísticas.

En diciembre del 2003 por Ley 25.844 se instituyó este aniversario como el Día del Pensamiento Nacional.

Lo menos importante de la celebración de su memoria no serán sus extendidas obras, en las que campean los principios de una revolución emotiva y cultural nacional, popular y latinoamericana: sino el ejemplo mayúsculo de su confianza en el pueblo, de su inquebrantable fe en un venturoso destino argentino y el coraje de una entrega al combate político, capaz de los consensos más amplios, pero sin conciliaciones ni indulgencias.

Nos aturde su vozarrón. ¿Volvimos a la tolerancia de la dependencia?

¿Otra vez la ignominia de la Década Infame?

No está triste, claro, sino muy enojado.

Protesta por lo que hemos hecho con el país de sus afanes.

Pregunta ¿dónde están y qué esperan los argentinos para abandonar los rancios mandos ya comprobadamente fallidos y desatar las cadenas de un sistema político inadecuado y caduco?

Una transición tal como la generación forjista pensó hace casi 90 años requiere cruzar nuestro Rubicón, como cuando un 17 de octubre los trabajadores atravesaron el Riachuelo. (*) Ernesto Jauretche, escritor y periodista. (InfoGEI)Ac